lunes, 30 de noviembre de 2009

Wislawa




Que feliz yo seria si pudiese tomar el té con esta dama!!!

Léanla y entenderán porque lo digo.

Con ustedes: Wislawa Szymborska


ELOGIO DE MI HERMANA


Mi hermana no escribe versos
y dudo que empiece a escribir versos.
Lo sacó de mi madre, que no escribía versos,
y de mi padre, que tampoco escribía versos.
Bajo el techo de mi hermana me siento segura:
el marido de mi hermana por nada en el mundo escribiría
versos.

Y aunque esto suene a obra de Adam Macedonki,
ninguno de mis parientes se dedica a escribir versos.

En los cajones de mi hermana no hay viejos versos,
ni recién escritos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a comer
sé que no es con la intención de leerme sus versos.
Sus sopas son exquisitas sin premeditación
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.

En muchas familias nadie escribe versos.
Pero si lo hacen, es raro que sea sólo una persona.
A veces la poesía fluye en cascadas de generaciones,
lo que crea peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.

Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,
y toda su escritura son postales de sus vacaciones
con textos que prometen lo mismo cada año:
que cuando vuelva,
me contará todo,
todo,
todo.




Vietnam ( un poema de 1967)


Mujer, ¿COMO TE LLAMAS? - -No sé.

¿Cuándo naciste, de dónde eres? - -No sé.


¿Por qué cavaste esta madriguera? - -No sé.

¿Desde cuándo te escondes? - -No sé.

¿Por qué me mordiste el dedo cordial? - -No sé.

¿Sabes que no te vamos a hacer nada? - -No sé.

¿A favor de quién estás? - -No sé.

Estamos en guerra, tienes que elegir. - -No sé.

¿Existe todavía tu aldea? - -No sé.

¿Estos son tus hijos? - - Sí.




Wislawa Szymborska (Polonia, Kórnik, 1923)



sábado, 28 de noviembre de 2009

una de Stevie


¿Porque escuchar un viejo tema de Stevie Wonder?

Respuesta: ¿y porque no?


¿Por nostalgia?

Respuesta: ¿tiene que tener todo un sentido?

Disfrutenlo.










No celebramos el día de Año Nuevo,
ni tengo corazones de chocolate
para regalarte.
Hoy no empieza la primavera,
ni se me ocurre ninguna canción nueva.

De hecho, sólo es un día como otro cualquiera.

No cae la transparente lluvia de abril,
ni está a punto florecer una nueva primavera.
No celebramos ningún aniversario
de nuestra historia de amor.
Hoy no empiezan las vacaciones.
Y, sin embargo,
hay algo que quiero que sepas.

Sólo llamé para decir que te amo
y lo digo desde el fondo de mi corazón.

Ya se fue el verano y el calorcito de julio.
La luna llena no ilumina
una tierna noche de agosto.
No siento la brisa del otoño
acariciando mi cara,
no veo caer las románticas hojas,
ni el vuelo de los pájaros hacia el sur.

El sol no se pasea
por la constelación de Libra,
ni los niños se disfrazan
para la noche de Halloween.
No descolgué el teléfono
para felicitarte las navidades.

Sólo quiero darte las gracias
por la alegría que cada día
me transmites y anotar en tu corazón
dos palabras vulgares y antiguas.

Sólo llamé para decir que te amo
y lo digo desde el fondo de mi corazón.




jueves, 26 de noviembre de 2009

se desnuda el silencio




Se desnuda el silencio en los jardines

La noche tan inmensa como fértil

presiente maravillas.

Júbilo de sabanas y caricias.


El cielo gira.

En tu pupila se incendia el aire

pájaros y peces comulgan en nuestro lecho.

Tus labios: sed de mis anhelos

me susurran que todo es un sueño

y a orillas del vértigo me despierto






miércoles, 25 de noviembre de 2009

El asunto de croquetas

Juceca contaba : Hombre que supo estar en situaciones espinosas, aura que dije, Antón Pirulero, el casado con Farolera Fofeta , que se conocieron una vuelta que ella fue a sacudir el felpudo en la puerta del rancho y él estaba parado. Que lo agarró distraído y lo hizo dar tres volteretas en el aire y fue a caer justo arriba de una tuna, que después ella se ofreció para sacarle las espinas con una pinza de podarse las cejas, que se las iba sacando como quien deshoja margaritas y le iba diciendo “me quiere, mucho, poquito y nada, me quiere etc.”
Espina va, quejido viene, al hablar de las piruetas salió el tema de las vueltas de la vida, de los golpes del destino y de las croquetas de arroz.
El tema de las croquetas de arroz no tenía mucho que ver con nada, pero el hombre era loco, por las croquetas de arroz y no se perdía oportunidad de salir con la cuestión de las croquetas.

Después de las últimas espinas salieron a caminar y mimo va, mimo viene, él la quiso besar y ella, cariñosamente, le dio un empujón, lo agarro mal parado y lo sentó en unos cardos.

Mientras que le sacaba las espinas con la pinza hablaron de la luna y las estrellas , del amor y los boleros, de la política y de lo difícil que era darle el si al no, y decirle que no no al sí, y él aprovechó y le comentó el asunto de las croquetas de arroz.


La cosa fue que él se le declaró, pero ella le dijo que lo primero que tenía que hacer era hablar con el padre, zapatero el viejo, y seco para el trato, seco de palabra y de gesto seco, tan seco que la mujer dos por tres lo tenia que regar.




Pirulero se le apersono con la muchacha, y el viejo, sin mirarlo, mientras golpeaba una suela en un trespiés, le ordeno:

--Siéntese.

Se sentó justo en una silleta donde el viejo había dejado desparramadas unas tachuelas.

Pirulero apenas se sentó, comentó: “me clavé”.

La muchacha se las arrancó con tenaza, y como vieron que estaban hechos el uno para la otra, se casaron y el se hizo fakir profesional.

Se acostaba lo más campante arriba de los clavos, mientras ella, para tenerlo contento, le hacía croquetas de arroz.





Croquetas de arroz: Se puede acompañar esta receta con una rica ensalada de tomates condimentada con sal, uno o dos dientitos de ajo bien picados, albahaca, aceite de oliva y vinagre a gusto.

Ingredientes *
3 tazas de arroz cocido y frío *
2 huevos
*
6 cucharadas de queso rallado
*
1 cucharada de perejil picado
*
Sal y pimienta, a gusto
*
Harina, cantidad necesaria
*
Aceite, cantidad necesaria


Elaboración: Poner el arroz en un bol y agregar el queso rallado, el perejil picado y los huevos. Condimentar a gusto.

NOTA: Se puede agregar un chorrito de leche o unas cucharadas de salsa blanca para unir mejor. Dejar enfriar el relleno antes de armar las croquetas. Mezclar todo muy bien, armar las croquetas y pasar ligeramente por harina. Freír en abundante aceite y una vez prontas escurrirlas sobre un papel absorbente y servirlas bien calientes.

Buen provecho.


sábado, 21 de noviembre de 2009

Es la hora del té



Es la hora del té.

Mi madre en un lamento comenta con sus amigas:- esto de la poesía lo tiene mal,

de noche no puedo ni dormir pensando en que puede terminar esto.

Doris, la señora de vestido negro con lunares blancos la consuela diciendo:

No te preocupes, ya se le va a pasar. Son cosas de la edad.

René, la señora teñida de rubio chillón, con menos consideración y con un poco de malicia le dice: Ah, por suerte Miguelito me salio normal y no se le da por cosas raras como al tuyo.!!!

Carmen, la otra señora con cara de vaca triste, asiente moviendo la cabeza mientras mastica parsimoniosamente un trozo de tarta de limón.



Desde mi cuarto yo escucho atentamente y creo que esta situación amerita mi presencia.

Me acerco a las visitas. Saludo con una reverencia y digo:


Estimadas damas, no es mi intención fastidiar

Pero hay algo que considero importante aclarar :

La poesía a nadie puede dañar.



Es cierto que existen algunos versos

que por momentos nos pueden conmover

Y como quien no quiere la cosa

Alguna lagrima a escondidas dejemos correr

Pero creanme señoras, como ya lo mencione

y lo afirmo otra vez: la poesía a nadie puede dañar.


Por ejemplo a mi la naturaleza no me dio alas

pero gracias a la poesía se lo que es volar

No hablo de alturas descomunales, nada de no creer

sino de un vuelo discreto casi imperceptible

que solo los muy distraídos pueden llegar a ver.




Y respecto al oficio de poeta solo puedo declarar

que a veces escribo y las palabras como hormigas

por mí brazo comienzan a trepar

sacudo , se caen adjetivos superfluos

salto , se espantan adverbios.

Escribo, escribo .escribo

Leo

Deletreo

Tartamudeo

Me libero de vanos gerundios, suelto lo baladí

Giro sobre mis talones con pasos de arlequín

Construyo

Destruyo

Para volver a empezar…



(disculpen,quizas sea necesario aclarar

Que el arte de bailar sobre abismos

es imprescindibles en esto de poetizar)


Son simples detalles nada más

lo que distingue al poeta

de lo que ustedes denominan persona normal


Permítanme un ejemplo más:

Quizás en las noches de insomnio contar ovejas

sea lo mas habitual pero los poetas en cambio

en nuestro desvelo buscamos pájaros incendiados

que en cada amanecer vuelvan a resucitar.


Por eso y por muchos motivos más

permitanme una vez más mencionar

algo que he dicho mil veces y mil veces más

de mis labios lo volverán a escuchar:

la poesía a nadie puede dañar…


Un brusco sonido me distrae de mi entusiasta disertación,


Entreabro los ojos y veo a a mi madre en el suelo desvanecida.

La señora de vestido negro con lunares blancos llorando y con abanico en mano la trata de reanimar.

La rubia chillona furiosa con el dedo me señala gritando insultos que en la confusión no logro descifrar.

La señora con cara de vaca triste, con ojos desorbitados tose y tose sin parar, atragantada con la tarta de limón se volcó el té caliente sobre su falda.

Abruptamente como quien de un placido sueño, con un balde de agua fría lo acaban de despertar ; me doy cuenta de un error fatal:




La poesía no se puede /no se debe explicar

Y jamás de los jamases

un poeta se debe justificar .

martes, 17 de noviembre de 2009

Ser normal




De cerca nadie es normal.
Caetano Veloso



Siempre me fascino esta frase de Caetano, porque en su simpleza enuncia una gran verdad que todos sabemos pero que actuamos como si desconociéramos.
Es decir actuamos “normalmente” pero en el fondo sabemos que estamos lejos de ser normales.

Ya sé que más de un lector sagazmente preguntara:: ¿Que es ser normal?

Para ser sincero, debo admitir que no tengo una respuesta totalmente satisfactoria para esta pregunta.

Es que en este tema, como en tantísimos otros, no creo que exista una verdad absoluta, por el contrario supongo que debe haber tantas teorías y “verdades” como personas decidan opinar sobre el asunto.
En lo que a mi respecta recuerdo que desde muy chico sentí siempre cierta simpatía por aquellos parientes o familiares que podían ser tildados de “no-son-muy-normales-que-se- diga” por parte de mi madre y una clara aversión por aquellos otros que estaban muy bien conceptuados por su comprobada normalidad.

Dentro del primer grupo se encontraban el tío Antonio “artista loco” que enamorado de su Galicia natal pintaba paisajes mientras bailaba muñeiras, y en las antípodas (o sea en el segundo grupo) se encontraba el tío Ángel, bancario de profesión y sin duda un buen padre de familia pero terrible pelmazo, siempre dispuesto a dar consejos que uno nunca solicitaba.
De una postura más sabía y equilibrada entre locura y cordura, entre lo normal y lo anormal se encontraba mi abuelo Don Toribio Caballero.
En una época donde las palabras coiffeur o estilista eran totalmente desconocidas, él se gano la vida humildemente siendo peluquero.


Hombre modesto y enemigo de hacer aspavientos, no ocultaba sin embargo, el orgullo de haber sido en más de una ocasión el peluquero de Carlitos Gardel. El aseguraba que esta famosísima foto del “Zorzal” fue tomada luego de que él le cortara el pelo.



Mi abuelo era todo un ejemplo de persona “normal”… siempre y cuando se le mirara de lejos.
Porque mirado de cerca, aquellos que teníamos un contacto más intimo con él podíamos percibir ciertas “anormalidades” ,es decir, ciertos gestos y actitudes, que valga la redundancia ,escapaban a la norma.
Por ejemplo, a veces súbitamente se inspiraba y recitaba poemas y poemas que parecían nacer de una desordenada y caótica improvisación, difícil de predecir en el tranquilo caballero que estábamos habituados a tratar. Luego de aquellas febriles declamaciones se peinaba prolijamente y con cierto tono de complicidad me decía: la poesía, Luisito, nos permite un poquito de locura para sacudirnos de tanta normalidad.


Mi abuelo murió hace muchos años en la total pobreza pero considero que la mas rica herencia que me dejo fueron justamente esas palabras.
Y es en su memoria que de tanto en tanto escribo poemas que me despeinan un poco y otro poco, quizás,despeinen al desprevenido lector
Son formas nomás de sacudirnos de tanta absurda, solemne e innecesaria normalidad.


sábado, 14 de noviembre de 2009

Contigo o sin ti




La vigilia de noches insomnes

la brisa tibia de las tardes en la rambla

el deambular de los gatos en las azoteas

el despertar y no recordar lo soñado

la canción que ya forma parte del aire.


Todas las palabras que garabateé

en servilletas de papel

las veces que me perdí buscando

el verbo justo, la palabra adecuada

la rima exacta, el silencio oportuno.

Todo esto conspiro para que tu y yo

nos encontremos, nos perdamos

y una vez más nos volvamos a encontrar.





viernes, 13 de noviembre de 2009

Recordando al zurcidor.




Eduardo Darnauchans (15 de noviembre de 1953, Montevideo - 7 de marzo de 2007)


Andarás por algún lado
dándole sentido al aire y a las cosas
justificando la ruta
de los helicópteros y las palomas




«Si me ves llorar no me interrumpas, voy a estar leyendo a Shakespeare»

«Soy una mezcla de católico-jesuita con bolchevique del ‘17, socialista del 4 y zen de acá nomás. Lo que se dice un verdadero monje»







"El día que pasé los 40 años en lo único que pensé era en que le había ganado a Lennon. ‘No puede ser’, me dije. ‘Qué derecho tengo yo a tener más tiempo en este mundo que él.’ Después, a los 42, le había ganado a Presley. Yo siempre conté los años así. Por eso ahora que cumplí 53, pienso en llegar a los 55, que fue la edad que tenía mi padre cuando falleció.” Así bromeaba con respecto al tiempo y la edad Eduardo Darnauchans a fines del año pasado, sentado en el living de su casa en Montevideo, frente a un grabador encendido y flanqueado por un atado de cigarrillos y un encendedor que compartía con su mujer, Patricia.
Darnauchans murio a los pocos meses de realizada esta entrevista ,sin poder llegar a la edad de su padre cuando falleció.
En un día como hoy Darnauchans estaria cumpliendo 56 años


"recuérdame... la espina no, la flor la flor, si es que hubo flor."





miércoles, 11 de noviembre de 2009

Distraido





-Es distraído- dijo la maestra-
no aprenderá a leer, se lo aseguro.

El tiempo confirmó el vaticinio.
Soy distraído, me distrae
el mínimo
movimiento de luz entre las plantas,
las caricias y los besos públicos,
las raíces que veo y las que escucho
crecer pacientemente, los sabores
de una palabra que da vueltas en la boca.

No sé leer, yo leo
lo que no dicen los discursos,
lo que ocultan
en su asombroso hormiguero de adjetivos,
en su andamiaje falso,
en su torrente sin agua, en su veneno.


No sé leer de otra manera el mundo.


Orlando Van Bredam (Argentina, Entre Ríos, 1952)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Una reputación

La cortesía no es mi fuerte. En los autobuses suelo disimular esta carencia con la lectura o el abatimiento. Pero hoy me levanté de mi asiento automáticamente, ante una mujer que estaba de pie, con un vago aspecto de ángel anunciador.

La dama beneficiada por ese rasgo involuntario lo agradeció con palabras tan efusivas, que atrajeron la atención de dos o tres pasajeros. Poco después se desocupó el asiento inmediato, y al ofrecérmelo con leve y significativo ademán, el ángel tuvo un hermoso gesto de alivio. Me senté allí con la esperanza de que viajaríamos sin desazón alguna.


Pero ese día me estaba destinado, misteriosamente. Subió al autobús otra mujer, sin alas aparentes. Una buena ocasión se presentaba para poner las cosas en su sitio; pero no fue aprovechada por mí. Naturalmente, yo podía permanecer sentado, destruyendo así el germen de una falsa reputación. Sin embargo, débil y sintiéndome ya comprometido con mi compañera, me apresuré a levantarme, ofreciendo con reverencia el asiento a la recién llegada. Tal parece que nadie le había hecho en toda su vida un homenaje parecido: llevó las cosas al extremo con sus turbadas palabras de reconocimiento.


Esta vez no fueron ya dos ni tres las personas que aprobaron sonrientes mi cortesía. Por lo menos la mitad del pasaje puso los ojos en mí, como diciendo: "He aquí un caballero". Tuve la idea de abandonar el vehículo, pero la deseché inmediatamente, sometiéndome con honradez a la situación, alimentando la esperanza de que las cosas se detuvieran allí.

Dos calles adelante bajó un pasajero. Desde el otro extremo del autobús, una señora me designó para ocupar el asiento vacío. Lo hizo sólo con una mirada, pero tan imperiosa, que detuvo el ademán de un individuo que se me adelantaba; y tan suave, que yo atravesé el camino con paso vacilante para ocupar en aquel asiento un sitio de honor. Algunos viajeros masculinos que iban de pie sonrieron con desprecio. Yo adiviné su envidia, sus celos, su resentimiento, y me sentí un poco angustiado. Las señoras, en cambio, parecían protegerme con su efusiva aprobación silenciosa.

Una nueva prueba, mucho más importante que las anteriores, me aguardaba en la esquina siguiente: subió al camión una señora con dos niños pequeños. Un angelito en brazos y otro que apenas caminaba. Obedeciendo la orden unánime, me levanté inmediatamente y fui al encuentro de aquel grupo conmovedor. La señora venía complicada con dos o tres paquetes; tuvo que correr media cuadra por lo menos, y no lograba abrir su gran bolso de mano. La ayudé eficazmente en todo lo posible; la desembaracé de nenes y envoltorios, gestioné con el chofer la exención de pago para los niños, y la señora quedó instalada finalmente en mi asiento, que la custodia femenina había conservado libre de intrusos. Guardé la manita del niño mayor entre las mías.

Mis compromisos para con el pasaje habían aumentado de manera decisiva. Todos esperaban de mí cualquier cosa. Yo personificaba en aquellos momentos los ideales femeninos de caballerosidad y de protección a los débiles. La responsabilidad oprimía mi cuerpo como una coraza agobiante, y yo echaba de menos una buena tizona en el costado. Porque no dejaban de ocurrírseme cosas graves. Por ejemplo, si un pasajero se propasaba con alguna dama, cosa nada rara en los autobuses, yo debía amonestar al agresor y aun entrar en combate con él. En todo caso, las señoras parecían completamente seguras de mis reacciones de Bayardo. Me sentí al borde del drama.

En esto llegamos a la esquina en que debía bajarme. Divisé mi casa como una tierra prometida. Pero no descendí incapaz de moverme, la arrancada del autobús me dio una idea de lo que debe ser una aventura trasatlántica. Pude recobrarme rápidamente; yo no podía desertar así como así, defraudando a las que en mí habían depositado su seguridad, confiándome un puesto de mando. Además, debo confesar que me sentí cohibido ante la idea de que mi descenso pusiera en libertad impulsos hasta entonces contenidos. Si por un lado yo tenía asegurada la mayoría femenina, no estaba muy tranquilo acerca de mi reputación entre los hombres. Al bajarme, bien podría estallar a mis espaldas la ovación o la rechifla. Y no quise correr tal riesgo. ¿Y si aprovechando mi ausencia un resentido daba rienda suelta a su bajeza? Decidí quedarme y bajar el último, en la terminal, hasta que todos estuvieran a salvo.

Las señoras fueron bajando una a una en sus esquinas respectivas, con toda felicidad. El chofer ¡santo Dios! acercaba el vehículo junto a la acera, lo detenía completamente y esperaba a que las damas pusieran sus dos pies en tierra firme. En el último momento, vi en cada rostro un gesto de simpatía, algo así como el esbozo de una despedida cariñosa. La señora de los niños bajó finalmente, auxiliada por mí, no sin regalarme un par de besos infantiles que todavía gravitan en mi corazón, como un remordimiento.

Descendí en una esquina desolada, casi montaraz, sin pompa ni ceremonia. En mi espíritu había grandes reservas de heroísmo sin empleo, mientras el autobús se alejaba vacío de aquella asamblea dispersa y fortuita que consagró mi reputación de caballero.


Juan José Arreola

Los pájaros cantaron
al hacerse de día.
“Empieza de nuevo”,
oí que decían.
No pierdas el tiempo
Pensando en lo que ya pasó
o en lo que aún no ha pasado.

Suenan las campanas que todavía puedan sonar.
Olvida tu ofrenda perfecta.
en toda cosa hay una grieta,
es por ahí donde entra la luz.

LEONARD COHEN