domingo, 27 de junio de 2010

imposible?






Yo amo a aquel que desea lo imposible.


Goethe.





Detesto a todos aquellos que haciendo gala de su sensatez y prudente criterio aconsejan diciendo -¡Eso es imposible, es una locura! y lo rematan con un paternal : -Te lo digo por tu bien ,para que no te frustres…

Por suerte he sido lo suficiente terco como para desoír consejos que nunca solicite,
La palabra imposible nunca me causo mucha simpatía y siempre me identifique con esta frase de Bernard Shaw:
Donde muchos dicen ,no, por que…,yo digo ¿Por qué no…?






Aquí daré algunos ejemplos de” imposibles “que fueron posibles.

Imposible número uno:

Ya había pasado los treinta años cuando decidí lanzarme a lo que siempre fue mi real vocación: la educación, la música y el trabajo social.
Podría haberme dedicado a la empresa de mi padre o a la psicología como en algún momento lo intente y realmente no me fue mal. Pero había algo en mí que no podía dejar de sentir insatisfacción. Hasta que tomando coraje decidí dedicarme a lo que realmente me apasionaba: hacer música y poesía con niños en situación de calle.
Obviamente que desde el punto de vista económico no era lo más redituable y desde el status social ser educador social que trabaja con la marginación, nunca fue muy bien considerado por el status quo de la educación formal.
Recuerdo que cuando comentaba a mis amistades y conocidos de mi nueva faceta laboral, las reacciones fueron más que insólitas.
Una amiga psicóloga consternada me dijo: Y te pagan por hacer eso?
El marido de una amiga me comento entre una mezcla de lastima y asco: y bueno es como los basureros, alguien siempre se tiene que encargar de esas cosas…
Mis propios padres nunca entendieron mi decisión y nunca la apoyaron: para ellos como para muchos “ciudadanos normales” los niños de la calle son simplemente ladrones peligrosos, drogadictos, explotados por padres inescrupulosos…en fin, un problema sin solución.
A decir verdad nadie creía que fuera posible lograr “algo” con esta “clase de chiquilines”
Y por lo tanto mi emprendimiento fue visto por muchos como una locura.


Fue así que comencé con un trabajo que literalmente me cambio la cabeza, se convirtió en mi pasión y todo paso a ser diferente para mi. Me sentía feliz de mi tarea, a pesar de lo triste y dificultoso de enfrentarse con el desamparo de los chicos y con las heridas abiertas de la violencia física, emocional y sexual que padecen cotidianamente.
A todo esto había que sumarle la indiferencia y complicidad de una sociedad hipócrita que mira hacia un costado ante esta realidad narcotizando sus miedos frente a la televisión y consumiendo hasta lo que no puede pagar. Pero todo esto más que desalentarme me estimulaba a seguir adelante.


Comencé mis talleres de música y poesía componiendo canciones con gurises desertores de la escuela, reacios a leer y a escribir; “baqueteados” por el abuso y acostumbrados a vivir a la intemperie. y que al ser expulsados del sistema escolar tenían una natural forma de aprendizaje autodidacta, que yo siempre califique de inteligencia salvaje, es decir sin domesticar.
La tarea educativa era ardua y por momentos frustrante pero por sobre todo las cosas la sentía como un reto fascinante. A decir verdad el resto de mis compañeros educadores no entendían mi entusiasmo y hasta me miraban escépticamente como si algo en mi no funcionara del todo bien.
Las clases eran muy poco ortodoxas, a veces cantábamos bajo un árbol en la huerta, otras veces en un banco de la plaza, o en la calle mismo hasta que logramos tener un local propio.
En los primeros tiempos eran monedas corrientes las peleas a puño y patadas entre ellos hasta que paulatinamente fuimos creando entre tod@s nuestras propias reglas; por ejemplo: no entrar a clase con navajas o armas de cualquier tipo, no fumar, ni consumir ninguna clase de droga (porro, cemento, gasolina, la pasta base aún no había aparecido…).
No entrare en detalles de lo que significo todo un proceso educativo que implico mucha paciencia, fortaleza, sensibilidad, coraje y por que no decirlo, muchísimo amor

Resumiendo podemos con orgullo decir que al año aquellos gurises que estaban estigmatizados como “incorregibles” se estaban presentando en escenarios públicos cantando y bailando sus propios poemas y canciones. El aplauso, la admiración y reconocimiento del público hizo que la mayoría de ellos cambiara de estilo de vida.
Hoy casi a diez años de aquella experiencia inolvidable, me sigo viendo con algunos de aquellos “niños”, hoy ya son jóvenes que estudian, trabajan y viven dignamente.
Ni ellos, ni yo, creímos en la palabra imposible. Y eso hizo la diferencia.






Imposible numero 2:

Mi hijo Demian a los 6 años ya tenía claro lo que seria de grande: director de cine.
Todos tomamos su ocurrencia con buen humor, así como algunos niños desean ser bomberos y en décadas atrás astronauta, el quería ser director de cine. Idea descabellada en un país tercermundista en crisis económica, con poca población y escasa producción cinematográfica.
(en aquel entonces, ni siquiera existían escuelas de cine en el Uruguay)
Fueron pasando los años y su meta de ser director no solo persistía sino que iba en aumento.
Hoy con 17 años cumplidos, con cámaras caseras prestadas ya filmo un cortometraje amateur.
Y hace un par de meses sucedió “lo imposible”.
Demian se presenta a una escuela de cine, muy cara como para poder pagarla con nuestros sueldos de educador, solicitando una beca.
Tiene que rendir unas pruebas y entrevistas para ver si sale seleccionado entre los 49 aspirantes a la deseada beca. Demian me cuenta que en la entrevista el profesor le pregunta que clase de cine le gusta, él contesta que las películas de terror.
El docente lo mira y le dice: Y vos crees que es posible hacer esa clase de cine en Uruguay?
Demian le responde: No sé realmente si es posible o no, pero creo que tendría que ser posible.

A los pocos días le confirman que la beca es para el.





Imposible número Tres:

Conocí a Gastón en mi adolescencia, ambos teníamos amigos en común y nos unía el amor a los Beatles, Simon and Garfunkel y las baladas de Darnauchans . Yo le mostré mis poemas escritos en una revista subte y el me mostro sus primeras canciones. Así fuimos creando una amistad llena de ideales y sueños que sabíamos no serian fácil de llevar a la realidad.
Cuando decide dedicarse por completo a la música, su madre se opone categóricamente, argumentando que no es posible vivir del arte.
Ella y sus hermanos le insisten en que estudie una carrera, que “lo de la música “esta bien pero no es algo a tomar en serio como para ganarse la vida. También su novia duda de la vocación de mi amigo. No fueron tiempos fáciles para Gastón, tuvo que enfrentarse (crisis mediante) dignamente a tanta oposición y a tanto argumento pesimista.
El tiempo paso y hoy les presento el video de una canción, que Gastón grabo con unos músicos amigos perteneciente a su disco “Aguafuertes montevideanas”.
Disco aclamado tanto por el publico y la critica. Se ha dicho de esta obra: “Aguafuertes montevideanas” tiene varias virtudes:" la estatura poética, el desarrollo musical de los temas allí donde habitualmente casi todos los creadores los dan por concluidos. Walter Bordoni y Gastón Rodríguez ha producido uno de los discos más importantes de la música popular uruguaya de los últimos 15 años."

No es casualidad que la canción que les presento se titule: Canción de lo imposible.


sábado, 26 de junio de 2010

Naif

Esta canción es una caricia para el alma y nos da un poco de tibieza en tiempos tan gélidos.








Cuando salgas a la calle
y te reciba un chaparrón
empapándote la risa
y el sacón.
Y la gente allá en la esquina
sea una sombra que respira
mientras ronda
un asesino del color.

Cuando estés jugando un serio
sentadita en el cordón.
Cuando venga el viento
a helarte la ilusión.
Cuando sientas que jamás
Montevideo vio pasar
algo tan triste
y feo como vos.

No te olvides
lo que aquel
viejo decía: hoy es
siempre todavía,
ahora viene lo mejor.
No te olvides de buscarte
donde espera, donde vive,
donde sigue estando
lo lindo de vos.

Donde queda el mejor beso
y la mejor puesta de sol
donde canta la bahía
su canción.
Y hasta el humo de
los trenes te saluda.
Donde nada duda.
Donde resiste tu amor.

Donde paran tus proyectos
esperando la ocasión.
Donde tu fotografía
no cambió.
Y tus ganas ya no aguantan
más la espera de inventar
la primavera y se subieron
al camión.

Es por eso que te digo
lo que aquel viejo decía:
hoy es siempre todavía,
si señor.
Y a mi modo te lo digo
y no te miento
no te olvides que yo cuento
con tu hermoso corazón.

Naif - Laura Canoura

(Letra y música de Esteban Klisich) .
Imagenes de Montevideo.

martes, 22 de junio de 2010

la afectividad masculina

No me refiero a los típicos machistas, sino a esos hombres
que aman a sus esposas y a sus hijos de manera honesta
y respetuosa, pero que no han podido desarrollar su
potencial humano masculino por miedo o simple ignorancia.
Hablo del varón que teme llorar para que no lo tilden
de homosexual, del que sufre por no conseguir el sustento,
del que no es capaz de desfallecer porque “los hombres
no se dan por vencidos”, del que ha perdido la posibilidad
de abrazar y besar tranquilamente a sus hijos.
Estoy mencionando al hombre que se autoexige

exageradamente, que ha perdido el derecho a la intimidad
y que debe mostrarse inteligente y poderoso para ser
respetado y amado.
En fin, estoy aludiendo al varón que se debate de manera
permante entre los polos de una difusa y contradictoria
identificacion tratando de satisfacer las demandas irracionales de una sociedad que él mismo ha diseñado
y que, aunque se diga lo contrario , aún no está preparada para ver sufrir realmente a un hombre de "pelo en pecho"


Muchos hombres reclaman el derecho a ser débiles,
sensibles, miedosos e inútiles, sin que por tal razón se los
cuestione. El derecho a poder hablar sobre lo que sienten
y piensan, no desde la soberbia ni para justificarse de los
ataques insanos del resentimiento feminista, sino desde la
más honda sinceridad.
Afirmar que el hombre sufre no significa desconocer
los problemas del sexo femenino. Las mujeres se han preocupado
por su emancipación desde hace tiempo, y han
expresado su sentir por todos los medios disponibles a su
alcance: un ejemplo a seguir por los hombres. Sin embargo,
no creo que la liberación masculina deba establecerse
sobre la base de la incriminación, la condena y la subestimación
por el sexo opuesto, tal como lo hicieran los pensadores
de finales de siglo como Schopenhauer, Nietzsche
y Freud; ni tampoco a partir de una autodestructiva culpa
milenaria por todos los desastres de la raza humana, como
lo han querido sugerir algunos varones arrepentidos de
su propio género. El mundo ha sido construido y depredado
por ambos sexos. La frase lapidaria de Krishnamurti
va dirigida tanto a hombres como a mujeres: “Si realmente
amáramos a nuestros hijos, no habría guerras”. Asumir
la responsabilidad absoluta del deterioro del planeta y
de la humanidad es un sacrificio innecesario, además de
injusto.




Si consideramos las aparentes prebendas con las que cuenta el sexo masculino, algunas mujeres
se asombrande que ciertos varones mostremos
insatisfacción con el papel que nos toca
desempeñar: “¿Liberarse de qué?”,
“¿Más liberación?”, “¿No les parece que nos han hecho ya bastante daño apropiándose de todo cuanto hay?”.
Basta hacer referencia a la insatisfacción
masculina, para que algunas voces femeninas se alcen: “¿Y acaso nosotras no sufrimos?
Nadie lo niega.








¿Por qué se subestima el sufrimiento masculino? ¿De
dónde viene esa extraña mezcla de asombro e incredulidad
cuando un varón se queja de su papel social? Se da
por sentado que las supuestas ventajas de las que goza el
hombre son incuestionables, y por lo tanto, cualquier queja
al respecto debería ser considerada como una prueba más
del afán acaparador y de la ambición desmedida que lo ha
caracterizado. “¿Cómo es posible que quieran más?”. La
respuesta es sencilla: queremos menos.


Desde la perspectiva
de la nueva masculinidad, las pretendidas reivindicaciones
y ganancias del poder masculino machista son un
verdadero encarte.
El nuevo varón quiere estar acorde con un despertar
espiritual del cual se ha rezagado considerablemente, desea
menos capacidad de trabajo, más afecto, más acercamiento con sus hijos y más derecho al ocio

Ya no quiere
estar aferrado a los viejos valores verticalistas que fundamentaron
la sociedad patriarcal. El nuevo varón está cansado
de ostentar un reinado absurdo y esclavizante, tan
envidiado por las feministas de primera y segunda generación.
Al nuevo varón no lo inquietan los míticos ideales
de éxito, poder, fuerza, autocontrol, eficiencia, competitividad,
insensibilidad y agresión. Les regalamos el botín y
deponemos las armas: no nos interesan.

Muchos hombres desean volver a las fuentes originales
del poder masculino, que no se alimenta de la explotación
y la imposición sino de una profunda humanidad compartida.
La liberación masculina no es una lucha para obtener el
poder de los medios de producción, sino para desprenderse de
ellos. La verdadera revolución del varón, más que política,
es psicológica y afectiva. Es la conquista de la libertad interior
y el desprendimiento de las antiguas señales ficticias
de seguridad. Tal como dice el refrán: “No es rico el
que más tiene, sino quien menos necesita”. Y los hombres
debemos reconocerlo: hemos necesitado de demasiadas
cosas inútiles para sobrevivir.

La nueva masculinidad no quiere quedar atrapada en
la herencia salvaje y simiesca que tanto aplaude y festeja
la cultura. Tampoco desea reprimir o negar la propia biología,
sino superarla, transformarla e integrarla a un crecimiento
más trascendente. El estereotipo tradicional del
varón lo ha mantenido atado al patrón biológico, fomentando
y exagerando, directa o soterradamente, un sinnúmero
de atributos primitivos que ya han perdido toda
funcionalidad adaptativa. En la moderna jungla de asfalto,
“valores” como la fuerza física, la valentía, la violación y la
agresión física, sólo para citar algunos, ya no definen al
más apto. En este sentido, pienso que las mujeres han logrado independizarse mucho más que nosotros de los vie jos arquetipos.








Insisto: la idea no es suprimir nuestras raíces,
ni reprimir las expresiones naturales que surgen de las
mismas, sino cortar aquellos lastres disfuncionales que nos
impiden avanzar hacia una nueva existencia. Es imprescindible
desbloquear el estancamiento evolutivo en el que
nos encontramos. Ni la cruel genética determinista ni el
ingenuo ambientalismo relativista: independencia y evolución.
Dos claves, dos premisas, dos banderas.









Por último, vale la pena señalar que, aunque a través de la historia se han hecho varias
revisiones al papel del hombre,el cuestionamiento actual del varón parece insinuarse de una manera más profunda que en las anteriores
A diferencia de la crisis masculina de los siglos XVII y XVIII en Francia e Inglaterra, donde
solamente los hombres de las clases dominantes
asumieron un papel más femenino y pacifista
en oposición a la brutalidad masculina previa, el
trance actual parece ser más generalizado y radical, no sólo por la magnitud geográfica sino,
además y principalmente,por los valores que afecta




Un nuevo hombre está naciendo.
Algo se está gestando en el varón y no viene de afuera.
Ese extraño presagio masculino, que se hace sentirfuertemente en las nuevas generaciones de adolescentes varones, lleva implícito un singular mensaje de amor que debemos aprender a descifrar.



Walter Riso

lunes, 21 de junio de 2010

No es tan fácil ser varón (parte 1)


No es tan fácil ser varón

Ser hombre, al menos en los términos que demanda la
cultura, no es tan fácil. Esta afirmación, descarada para las feministas y desconcertante para los machistas, refleja una realidad encubierta a la que deben enfrentarse día a día miles de varones para cumplir el papel de una masculinidad tonta, bastante superficial y potencialmente suicida. Pese a que la mayoría de los hombres aún permanecen fieles a los patrones tradicionales del “macho” que les fueron inculcados en la niñez, existe un movimiento de liberación masculina cada vez más numeroso, que rehúsa ser víctima de una sociedad evidentemente contradictoria frente a su desempeño. Mientras un grupo considerable de mujeres pide a gritos mayor compasión, afecto y ternura de sus parejas masculinas, otras huyen aterradas ante un hombre “demasiado suave”.

Los padres hombres sue len exigir a sus hijos varones una dureza inquebrantable, y las maestras de escuela un refinamiento tipo lord inglés. El mercadeo de la supervivencia cotidiana propone una competencia tenaz y una lucha fratricida, mientras que la familia espera el regreso a casa de un padre y un marido sonriente, alegre y pacífico. De un lado el poder, el éxito y el dinero como estandartes de autorrealización masculina, y del otro la virtud religiosa de la sencillez y la humildad franciscana como indicadores de crecimiento espiritual.
Una jovencita de 19 años describía su hombre ideal así: “Me gustaría que fuera seguro de sí mismo, pero que también saque su lado débil de vez en cuando; tierno y cariñoso, pero no empalagoso; exitoso, pero no obsesivo; que se haga cargo de una, pero que no sea absorbente; intelectual, pero que también sea hábil con las manos...”. Cuando terminó su larga descripción le contesté que un hombre así sería un interesante caso de personalidad múltiple. No es tan sencillo ser, al mismo tiempo, fuerte y frágil, seguro y dependiente, rudo y tierno, ambicioso y desprendido, eficiente y tranquilo, agresivo y respetuoso, trabajador y casero. El desear alcanzar estos puntos medios, que entre otras cosas aún nadie ha podido definir claramente, creó en la mayoría de los hombres un sentimiento de frustración permanente: no damos en el clavo. Esta información contradictoria lleva al varón, desde la misma infancia, a ser un equilibrista de las expectativas sociales: a intentar quedar bien con Dios y con el diablo

Walter Risso

Continuara...

sábado, 19 de junio de 2010

Saramago









¿Y si las historias para niños fueran
de lectura obligatoria para los adultos?

¿Seríamos realmente capaces de aprender
lo que, desde hace tanto tiempo venimos enseñando?


José Saramago (1922- 2010)






















martes, 15 de junio de 2010

Buena estrella

Es preciso tener un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina.

Nietzsche


Hoy quiero hablar de nuestra buena estrella, la que nos hace brillar con luz propia.
Sabemos, o intuimos, que tenemos una razón de existir mas allá de la mera subsistencia, logros materiales, satisfacción de nuestros deseos y necesidades, etc…
Sin embargo muchas veces deambulamos como si la existencia consistiese en esta absurda y rutinaria repetición de condicionamientos que llamamos vivir.
Como bien decía Julio Cortazar.” No puede ser que estemos aquí para no ser”

Si, hoy quiero hablar de nuestra buena estrella, la que nos hace brillar con luz propia.



“El hombre nació para brillar no para la miseria” canta Caetano Veloso


Pero que es lo que nos impide brillar? No me refiero a tener “buena onda”, ser simpático por doquier, tener éxito, lucir sonrisas almidonadas o alguna pueril actitud “new age”.
Tampoco a las pretensiones del ego de lucirse encandilando a los demás .No hablo de esa felicidad pre-fabricada que la sociedad consumista nos trata de vender tanto sea por televisión como por el sistema de adoctrinamiento que solemos llamar educación.

Me refiero al brillo genuino de la luz que surge del ser uno mismo; a ese brillo interno que lucha por exteriorizarse pero que ahogamos ya desde niños en pos de la adaptación social
Es ese el brillo que se vuelve indispensable recuperar, crear o descubrir.
.








Le preguntan en una entrevista a la psicóloga jungiana Marie-Louise von Franz:
-¿Por qué tan poca gente sigue su propia estrella? ¿Por qué es una carga tan pesada?

-Porque seguir la propia estrella significa aislamiento, no saber a dónde ir, tener que descubrir un camino completamente nuevo para sí mismo en vez de simplemente seguir la senda hollada que recorren todos los demás. Por eso el ser humano siempre ha tendido a proyectar la unicidad y grandeza de su ser interior sobre personalidades externas y convertirse en su siervo, su devoto servidor, admirador e imitador. Es mucho más fácil admirar a una gran personalidad o convertirse en discípulo o seguidor de un gurú o profeta religioso, o admirador de una gran personalidad pública... Todo eso es mucho más fácil que seguir la propia estrella.



Si, hoy quiero hablar de nuestra buena estrella, la que nos hace brillar con luz propia ,hoy quiero que la belleza guíe mis pasos. Esa belleza, que nada tiene que ver con lo “lindo” y que al igual que la flor que nace en la basura, se impone suave pero firmemente ante la superficialidad y mediocridad reinante.


Venus, arquetipo femenino de la belleza, es también el astro más brillante después del sol y la luna y muchas veces aparece por el horizonte antes del amanecer. Más allá de luces artificiales que enceguecen pero que no iluminan, allí despidiendo a la oscuridad esta nuestra propia estrella, esperando por nosotros, hacia un nuevo amanecer.







Se hace imprescindible escuchar esta canción







Buena estrella

Ya ha corrido mucha agua debajo de este puente
Me ha sobrado y me ha faltado inspiración  
Puede ser que suene muy desafinado
Es que me desafina el corazón

Vamos hoy a levantar la copa del amigo
Necesito estar lo mas cerca que pueda de ti
Y fundirme con tu espíritu divino
Y sentir que, si, se puede ser feliz
 
Times are changing
Times are changing
Times are still changing
They are changing for me
 
A todos algo ya nos ha golpeado duro
Y vimos algo tras el velo del amor
Pero es que ya no soy tan chico ni tan puro
Que hasta me parece ingenuo el rock and roll
 
He perdido y he encontrado mi cabeza
Despertándome en el charcho de la sangre del mezcal
Con la cara un poco mas desfigurada
Ten cuidado con las mezclas y a no desanimar
 
Es genial por fin haber tocado fondo
Porque ya no se puede bajar mucho mas
Ves ese hilo de luz que está ahí arriba
Es tu buena estrella, te protegerá
 
Entonces cuando todo al fin se vuelve insoportable
Cuando el mundo y el veneno dan dolor
Todavía sigue allí tu buena estrella
Buena estrella para todos, para vos
 
Times are changing
Times are changing
Times are still changing
They are changing for me
 
Yo también jugué muy sucio
Y en eso estoy de acuerdo
Cuando hablé desde el sentido y la razón
Pero es que es que existe una ley
Nadie es perfecto vos también tendrás lo tuyo corazón
 
Nos veremos en la cárcel o en concierto
yendo atrás de algún perfume de mujer
Ya nos vemos en el siglo veintiuno
Una buena estrella también viene con él.




.


domingo, 13 de junio de 2010

Beatles y Garcia Marquez








El famoso escritor colombiano Gabriel García Marquez, autor de textos tan universales como Amor en tiempos del cólera y su famoso 100 años de soledad también cayó rendido a la música del cuarteto de Liverpool. Es por ello que a finales de 1980 escribió una vivencia basada en este grupo de rock británico:



Así es: la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde luego, y con un dolor distinto, como ocurre siempre con la poesía. Yo no olvidare aquel día memorable de 1963, en México, cuando oí por primera vez de un modo consciente una canción de los Beatles. A partir de entonces descubrí que el universo estaba contaminado por ellos.
En nuestra casa de San Angel, donde apenas si teníamos donde sentarnos, había solo dos discos: una selección de preludios de Debussy y el primer disco de los Beatles. Por toda la ciudad, a toda hora, se escuchaba un grito de muchedumbres; "Help, I need somebody”.




Alguien volvió a plantear por esa época el viejo tema de que los músicos mejores son los de la segunda letra del catálogo: Bach, Beethoven, Brahms y Bartok. Alguien volvió a decir la misma tontería de siempre: que se incluyera a Bosart. Alvaro Mutis, que como todo gran erudito de la música tiene una debilidad irremediable por los ladrillos sinfónicos, insistía en incluir a Bruckner. Otro trataba de repetir otra vez la batalla a favor de Berlioz, que yo libraba en contra porque no podía superar la superstición de que es oiseau de malheur, es decir, pájaro de mal agüero. En cambio, me empeñe, desde entonces, en incluir a los Beatles.


Emilio García Riera, que estaba de acuerdo conmigo y que es un critico e historiador de cine con una lucidez un poco sobrenatural, sobre todo después del segundo trago, me dijo por esos días: “Oigo a los Beatles con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por todo el resto de mi vida”. Es el único caso que conozco de alguien con bastante clarividencia para darse cuenta de que estaba viviendo el nacimiento de sus nostalgias. Uno entraba entonces en el estudio de Carlos Fuentes, y lo encontraba escribiendo a maquina con un solo dedo de una sola mano, como lo ha hecho siempre, en medio de una densa nube de humo y aislado de los horrores del universo con la música de los Beatles a todo volumen.







Esta tarde, pensando todo esto frente a una ventana lúgubre donde cae la nieve, con mas de cincuenta años encima y todavía sin saber muy bien quien soy, ni que carajos hago aquí, tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento hasta que los Beatles empezaron a cantar. Todo cambio entonces. Los hombres se dejaron crecer el cabello y la barba, las mujeres aprendieron a desnudarse con naturalidad, cambió el modo de vestir y de amar, y se inicio la liberación del sexo y otras drogas para soñar. Fueron los años fragorosos de la guerra de Vietnam y la rebelión universitaria. Pero, sobre todo, fue el duro aprendizaje de una relación distinta entre los padres e hijos, el principio de un nuevo dialogo entre ellos que había parecido imposible durante siglos.


Aquí les dejo un link de un post mío ( autobiográfico)que tiene que ver con los Beatles.

Creo que vale la pena leerlo. (Incal)

http://usaelreflejo.blogspot.com/2009/09/en-estos-dias-se-cumplio-40-anos-de-la.html










Los pájaros cantaron
al hacerse de día.
“Empieza de nuevo”,
oí que decían.
No pierdas el tiempo
Pensando en lo que ya pasó
o en lo que aún no ha pasado.

Suenan las campanas que todavía puedan sonar.
Olvida tu ofrenda perfecta.
en toda cosa hay una grieta,
es por ahí donde entra la luz.

LEONARD COHEN