martes, 5 de enero de 2010

Llegan los reyes.

Advertencia: Este es un texto largo,pero creanme que vale la pena leerlo,tomenlo como un regalito de reyes.

Los Hombres Sensibles, los Refutadores de Leyendas y los Reyes Magos

de Alejandro Dolina



Todos conocen la aguda polémica que suele encenderse en Flores cuando se acerca el seis de enero.
Los Refutadores de Leyendas cumplen en esos días horarios especiales y desatan una intensa campaña. Naturalmente, tratan de esclarecer a los chicos acerca de la verdadera identidad de los Reyes Magos. Los más desaforados no vacilan en afirmar que estos personajes no existen y que la eventual aparición de juguetes sobre el calzado infantil es el resultado de sigilosas maniobras de los padres, amparados en las sombras de la noche.
Sus argumentos –hay que decirlo- son bastante sólidos. El profesor Pedro del Moro los ha reunido y codificado en su libro Los Reyes son los padres. Esa obra, cuyo sólo título presagia revelaciones apocalípticas, comprende tres grandes capítulos, cada uno de ellos con razonamientos de distinto color.
El primero se titula Testimonios. Cerca de doscientas personas cuentan experiencias personales que abonan la tesis central del libro. Transcribimos algunos fragmentos:
“... Me costó dormirme. Siempre me pasaba lo mismo en noches como aquélla. Ese año mis pedidos habían sido bastante módicos. Un encendedor, una afeitadora eléctrica y una caja de lápices. A medianoche me desperté sobresaltado: ¿Había puesto mis zapatos en el pasillo? Me levanté para comprobarlo. Y entonces, en la penumbra del pasillo, subrepticio como un ladrón, hincado sobre mis viejos mocasines, vi a mi padre con los regalos. Se levantó lentamente. Durante un largo nos miramos con encono.
–De modo que así son las cosas –le dije.
–Déjame que te explique...
–No papá –no me importó ser cínico-. Creo que ya es demasiado tarde para explicaciones...
Es probable que los berretines novelísticos del profesor del Moro conspiren contra el estilo expositivo que es deseable en toda obra de especulación científica.


Las otras historias del primer capítulo son –si bien se las mira- todas iguales: sujetos que sorprenden a sus padres en situaciones comprometidas, confesiones espontáneas de padres arrepentidos, trampas preparadas de antemano y hasta fotografías reveladoras. El más impresionante es el caso de un estudiante de farmacia que habiendo entrado en sospechas a causa del demasiado trato con las ciencias, amenazó a su madre con un arma hasta que la pobre mujer reconoció sus usurpaciones.

En el segundo capítulo, Del Moro apela al sentido común. Básicamente sostiene:
a) Que es por lo menos improbable que tres personas visiten todas las casas del mundo en una sola noche.
b) Que también resulta difícil admitir que puedan acarrear en sus bolsas centenares de millones de juguetes.
c) Que los regalos que amanecen sobre los zapatos el 6 de enero parecen más paternales que reales, sobre todo en el precio.

Sobre la alfalfa que algunos niños dejan en el patio, Del Moro opina que es ingerida por los padres, quienes de este modo no solamente serían los Reyes Magos, sino también los camellos.

El tercero y último capítulo es una larga serie de consejos sobre la conveniencia de no fomentar ilusiones en los niños y de explicarles todo, en términos amables pero rigurosamente exactos.



Los Hombres Sensibles de Flores, por el contrario, prefieren que los chicos crean en los reyes, en las hadas y en el mundo de los sueños.
Por eso cada vez que se encuentran con un pibe le cuentan que hay ratones que dejan dinero bajo las almohadas, si uno les pone un diente. O que el hombre de la bolsa se lleva a quienes sienten repugnancia por la sopa. O que soplando panaderos se consigue lo que uno quiere. O que pisando baldosas rojas se ahuyentará al demonio. O que haciendo gancho con los dedos se impide a los perros exonerar sus intestinos.
En la anual discusión de los Reyes Magos, los Hombres Sensibles acusan a los Refutadores de Leyendas de obrar con el único propósito de ahorrarse el regalo. A su turno, los Refutadores declaran que muchos pibes de Flores fingen creer, aun siendo escépticos, al solo efecto de recibir un trencito o una pelota. “Es una infame actitud –dice el profesor Del Moro en su libro-; es propia de niños perversos y mezquinos. Qué se puede esperar de quienes venden su inocencia por una bicicleta?”.
Los Hombres Sensibles tienen en esos asuntos algunos aliados indeseables.Muchas personas que se jactan de su dulzura suelen cometer el desatino de intentar la demostración racional del mundo mágico, para convencer del todo a los chicos.
Así, cada Navidad, docenas de pajarones se disfrazan de Papá Noel (una ilusión gringa, les garanto). Otros hacen el Rey Mago y hasta llegan a saludar y besar a sus sobrinos para que crean o revienten.
Desde luego, esto no debe extrañarnos en un mundo en que la gente cree solamente en lo que se ve y se toca. No comprenden estas personas que es cien veces más verosímil un personaje que no se ve jamás y tiene la apariencia de nuestros sueños, que el chitrulo pintado de negro, que se ha puesto el batón de nuestra abuela, se parece al tío Raúl y huele a cerveza.
Yo no creo que los chicos se traguen esos disfraces. En los tiempos de mi infancia, la tienda Gath &Chaves solía exhibir en sus salones a los Reyes Magos. Yo tenía 5 años, y aunque era bastante pavote, razonaba que se trataba de tres impostores pagados por la tienda. No era posible que quienes provenían del Barrio Celeste anduvieran tomando partido por la prosperidad de una casa de comercio.



Manuel Mandeb en su estudio Ilusiones eran las de antes se queja de esa tendencia a la garantía visual. Veamos:
“... En estos asuntos el exceso de pruebas es más sospechoso que la ausencia de ellas. Muchos niños han creído en los Reyes hasta que los vieron. Lo único que hay que hacer es sembrar la ilusión. Después ésta crecerá sola. Nada de disfraces ni payasadas. Si insistimos en mostrar al niño todo aquello cuya existencia postulamos, llegará un día en que el pequeño sabandija nos exigirá que le mostremos el desengaño o un átomo o una esperanza. Y como no podremos hacerlo, el tipo reputará inexistentes a esperanzas, desengaños y átomos...”.
No andaba desacertado Mandeb. Cuando uno ve películas de terror cree firmemente en el monstruo hasta que lo ve. Entonces descubre que no se trata del verdadero horror (que existe positivamente dentro de nosotros) sino de un truco lamentable. Pero algunos párrafos más adelante, el pensador árabe vuelve a caer –como tantas veces- en el desafortunado rumbo de los tomates. Siguiendo con el criterio de no aportar pruebas concretas, Mandeb llega a insinuar la conveniencia de suprimir el regalo de Reyes por considerarlo una concesión improcedente.
“... Así todo sería ilusión: los Reyes, su visita y aun el regalo, del que podría hablarse, pero que sería imposible de ver y tocar. Los niños correrían en monopatines imaginarios, shotearían pelotas soñadas, que son las mejores porque nunca se pinchan ni se pierden ni son cortadas en pedazos por los vecinos intolerantes”.
Mandeb pensaba, además, que la abolición de la recompensa ennoblecía la creencia y –por otra parte- eliminaba injusticias.
“Los chicos pobres son capaces de sueños tan rumbosos como los de los príncipes”.
Manuel Mandeb, como tantos Hombres Sensibles, creía realmente en los Reyes Magos. Todos los cinco de enero ponía sus zapatones en la ventana de la pieza de la calle Artigas donde vivió muchos años. Jamás le dejaron nada, es cierto. Pero el hombre suponía que esto obedecía a su conducta, no siempre intachable. En los días previos, las viejas del barrio creían notarlo amable y compuesto. Quizás no eran suficientes esos méritos de compromiso. No es fácil engañar a los Reyes.
Muchos de sus amigos sintieron alguna vez la tentación de dejarle algún regalito. Pero no quisieron engañarlo. Ellos también esperaban con él. Y hacían fuerza para que alguna vez apareciera aunque más no fuera un calzoncillo.
Nunca ocurrió nada, pero la fe de los Hombres Sensibles de Flores no se quiebra fácilmente.
¿Qué virtud encierra creer en lo evidente? Cualquier papanatas es capaz de suscribir que existen las licuadoras y los adoquines. En cambio se necesita cierta estatura para atreverse a creer en lo que no es demostrable y –más aun- en aquello que parece oponerse a nuestro juicio. Para lograrlo hay que aprender –como quería Descartes- a desconfiar del propio razonamiento. Por supuesto, en nuestro tiempo cualquier imbécil tiene una confianza en sus opiniones que ya quisiera para sí el filósofo más pintado.
La incredulidad es –según parece- la sabiduría que se permiten los hombres vulgares.
Nosotros resolvimos apostar una vez más por las ilusiones.
Por eso hicimos nuestras cartitas, pusimos nuestros enormes y pringosos zapatos en las ventanas, en los patios y aun en los jardines.
Y el seis de enero recogimos nuestros sencillos regalos y se los mostramos a los vecinos.
–Mire lo que nos trajeron los Reyes.
Algunos Refutadores de Leyendas nos miraban con envidia, silenciosamente.




Alejandro Dolina, Crónicas del Angel Gris, Ediciones de la Urraca, Buenos Aires

11 comentarios:

  1. Yo jamás crei en los Reyes siempre supe la verdad, me reia de los ilusos que se tragaban ese cuento, hoy siento tristeza me hubiera gustado tener esa magia saber a que sabe, palparla sentirla...

    Feliz día de Reyes.
    Besos.

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  2. ¿Qué virtud encierra creer en lo evidente? …es cierto yo como siempre estoy balanceándome entre dos mundos …el que percibimos con los sentidos y otro más allá que solo se percibe con los ojos del alma …la luz y las sombras de este mundo las vivo … pero la magia de otro que …vive… respira …me ata… me da alas… me guía como lumbre de alborada dentro de mi…diran sos una soñadora quizás pero yo no estaría tan segura de catalogarlo como sueños …pero aun somos una crisálida que un día despertara con hermosas alas …besos

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  3. NV Ballesteros : decis "siempre supe la verdad"pero a la vez admitis sentir tristeza por desconocer esa magia... Creo que esto tiene solucion,hoy de noche deja tus zapatos en la ventana y despues me contas...

    Saludos .Luis

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  4. No me cabe duda de que los Reyes son eso, Mágicos, me voy a la cama a esperar que me traigan muchos regalos, o al menos ilusión para el futuro.

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  5. Què queréis que os diga. A mi edad sigo creyendo en los Reyes Magos. Hoy celebramos el día en familia aquí, en micasa, y espero con muchas ganas que llegue el momento de abrir los regalos. Quién sabe qué habrá para cada uno?

    Un abrazo, y feliz día de Reyes.

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  6. Leí este cuento de Dolina hace unos...años.Ya no creía en los Reyes, y desde ese momento,volví a creer.

    un beso*

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  7. Me considero parte de los hombres sensibles de Flores, aunque esté lejos y sea mujer... pienso como ellos...
    "Lo único que hay que hacer es sembrar la ilusión. Después ésta crecerá sola."
    El profesor Pedro del Moro es un viejo amargado y mal portado que nunca recibió un regalo de reyes y ahora se dedica a refutar leyendas...!!
    Manuel Mandeb tenía razón... ilusiones eran las de antes...!
    Me quedo con esta última frase....!
    Genio Dolina....!!!
    Ah... y la parte de la alfalfa es descostillante...!
    Ya lo había leído hace tiempo pero me gustó recordarlo...
    Gracias por compartirlo

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  8. Muy hermoso el texto Luis. Me considero en el grupo de los hombres sensibles y nunca me venderé a un gordo vestido de rojo que sale en los anuncios de coca cola y tiene visado estadounidense.

    ¿Se portaron bien este año los reyes magos para ti? Eso espero.

    Saludos

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  9. Luis, gracias por tu consejo...Hoy vi la cara de los niños con esa sonrisa inocente y me senti parte de esa maagia...Besos

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  10. En Chile no se esperan los Reyes, sino que se cree en el "Viejito Pascuero" y me encanta esa magia, pues se remonta a una historia real eslava aunque le digan que es gringa. No creo en los traumas, ni en la pérdida de confianza de los niños hacia los padres, mi hija mayor creyó hasta los 11 años y la menor que tiene 5 aún cree y a mi los Refutadores me encarcelarían por "cuentera" ya que le sumo un montón de adornos s la historia...ojo que no sólo para la Navidad tengo historias, yo he creado historias pra muuuchas situaciones que vivimos ¿por qué? porque he querido fomentar la creatividad y la ilusión en nuestras vidas...no me hubiese perdido por nada del mundo la cara y la expresión de los ojitos negros de mi pequeña cuando recibió su regalo del "viejito" esta Navidad. ¡Voto por los Hombres sensibles!
    Un abrazo

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  11. Genial tu entrada, me ha encantado.

    El ver la ilusión en la carita de mis hijas, sus ojitos abiertos de par en par, no tiene precio. Por cierto, la casa de Papá Noel (o Santaclaus) está en Laponia, en Finlandia.

    Besitos.

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Los pájaros cantaron
al hacerse de día.
“Empieza de nuevo”,
oí que decían.
No pierdas el tiempo
Pensando en lo que ya pasó
o en lo que aún no ha pasado.

Suenan las campanas que todavía puedan sonar.
Olvida tu ofrenda perfecta.
en toda cosa hay una grieta,
es por ahí donde entra la luz.

LEONARD COHEN