
Yo amo a aquel que desea lo imposible.
Goethe.
Detesto a todos aquellos que haciendo gala de su sensatez y prudente criterio aconsejan diciendo -¡Eso es imposible, es una locura! y lo rematan con un paternal : -Te lo digo por tu bien ,para que no te frustres…
Por suerte he sido lo suficiente terco como para desoír consejos que nunca solicite,
La palabra imposible nunca me causo mucha simpatía y siempre me identifique con esta frase de Bernard Shaw:
Donde muchos dicen ,no, por que…,yo digo ¿Por qué no…?

Aquí daré algunos ejemplos de” imposibles “que fueron posibles.
Imposible número uno:

Podría haberme dedicado a la empresa de mi padre o a la psicología como en algún momento lo intente y realmente no me fue mal. Pero había algo en mí que no podía dejar de sentir insatisfacción. Hasta que tomando coraje decidí dedicarme a lo que realmente me apasionaba: hacer música y poesía con niños en situación de calle.
Obviamente que desde el punto de vista económico no era lo más redituable y desde el status social ser educador social que trabaja con la marginación, nunca fue muy bien considerado por el status quo de la educación formal.
Recuerdo que cuando comentaba a mis amistades y conocidos de mi nueva faceta laboral, las reacciones fueron más que insólitas.
Una amiga psicóloga consternada me dijo: Y te pagan por hacer eso?
El marido de una amiga me comento entre una mezcla de lastima y asco: y bueno es como los basureros, alguien siempre se tiene que encargar de esas cosas…
Mis propios padres nunca entendieron mi decisión y nunca la apoyaron: para ellos como para muchos “ciudadanos normales” los niños de la calle son simplemente ladrones peligrosos, drogadictos, explotados por padres inescrupulosos…en fin, un problema sin solución.
A decir verdad nadie creía que fuera posible lograr “algo” con esta “clase de chiquilines”
Y por lo tanto mi emprendimiento fue visto por muchos como una locura.
Fue así que comencé con un trabajo que literalmente me cambio la cabeza, se convirtió en mi pasión y todo paso a ser diferente para mi. Me sentía feliz de mi tarea, a pesar de lo triste y dificultoso de enfrentarse con el desamparo de los chicos y con las heridas abiertas de la violencia física, emocional y sexual que padecen cotidianamente.
A todo esto había que sumarle la indiferencia y complicidad de una sociedad hipócrita que mira hacia un costado ante esta realidad narcotizando sus miedos frente a la televisión y consumiendo hasta lo que no puede pagar. Pero todo esto más que desalentarme me estimulaba a seguir adelante.

Comencé mis talleres de música y poesía componiendo canciones con gurises desertores de la escuela, reacios a leer y a escribir; “baqueteados” por el abuso y acostumbrados a vivir a la intemperie. y que al ser expulsados del sistema escolar tenían una natural forma de aprendizaje autodidacta, que yo siempre califique de inteligencia salvaje, es decir sin domesticar.
La tarea educativa era ardua y por momentos frustrante pero por sobre todo las cosas la sentía como un reto fascinante. A decir verdad el resto de mis compañeros educadores no entendían mi entusiasmo y hasta me miraban escépticamente como si algo en mi no funcionara del todo bien.
Las clases eran muy poco ortodoxas, a veces cantábamos bajo un árbol en la huerta, otras veces en un banco de la plaza, o en la calle mismo hasta que logramos tener un local propio.
En los primeros tiempos eran monedas corrientes las peleas a puño y patadas entre ellos hasta que paulatinamente fuimos creando entre tod@s nuestras propias reglas; por ejemplo: no entrar a clase con navajas o armas de cualquier tipo, no fumar, ni consumir ninguna clase de droga (porro, cemento, gasolina, la pasta base aún no había aparecido…).
No entrare en detalles de lo que significo todo un proceso educativo que implico mucha paciencia, fortaleza, sensibilidad, coraje y por que no decirlo, muchísimo amor
Resumiendo podemos con orgullo decir que al año aquellos gurises que estaban estigmatizados como “incorregibles” se estaban presentando en escenarios públicos cantando y bailando sus propios poemas y canciones. El aplauso, la admiración y reconocimiento del público hizo que la mayoría de ellos cambiara de estilo de vida.
Hoy casi a diez años de aquella experiencia inolvidable, me sigo viendo con algunos de aquellos “niños”, hoy ya son jóvenes que estudian, trabajan y viven dignamente.
Ni ellos, ni yo, creímos en la palabra imposible. Y eso hizo la diferencia.

Imposible numero 2:
Mi hijo Demian a los 6 años ya tenía claro lo que seria de grande: director de cine.
Todos tomamos su ocurrencia con buen humor, así como algunos niños desean ser bomberos y en décadas atrás astronauta, el quería ser director de cine. Idea descabellada en un país tercermundista en crisis económica, con poca población y escasa producción cinematográfica.
(en aquel entonces, ni siquiera existían escuelas de cine en el Uruguay)
Fueron pasando los años y su meta de ser director no solo persistía sino que iba en aumento.
Hoy con 17 años cumplidos, con cámaras caseras prestadas ya filmo un cortometraje amateur.
Y hace un par de meses sucedió “lo imposible”.
Demian se presenta a una escuela de cine, muy cara como para poder pagarla con nuestros sueldos de educador, solicitando una beca.
Tiene que rendir unas pruebas y entrevistas para ver si sale seleccionado entre los 49 aspirantes a la deseada beca. Demian me cuenta que en la entrevista el profesor le pregunta que clase de cine le gusta, él contesta que las películas de terror.
El docente lo mira y le dice: Y vos crees que es posible hacer esa clase de cine en Uruguay?
Demian le responde: No sé realmente si es posible o no, pero creo que tendría que ser posible.
A los pocos días le confirman que la beca es para el.

Imposible número Tres:
Conocí a Gastón en mi adolescencia, ambos teníamos amigos en común y nos unía el amor a los Beatles, Simon and Garfunkel y las baladas de Darnauchans . Yo le mostré mis poemas escritos en una revista subte y el me mostro sus primeras canciones. Así fuimos creando una amistad llena de ideales y sueños que sabíamos no serian fácil de llevar a la realidad.
Cuando decide dedicarse por completo a la música, su madre se opone categóricamente, argumentando que no es posible vivir del arte.
Ella y sus hermanos le insisten en que estudie una carrera, que “lo de la música “esta bien pero no es algo a tomar en serio como para ganarse la vida. También su novia duda de la vocación de mi amigo. No fueron tiempos fáciles para Gastón, tuvo que enfrentarse (crisis mediante) dignamente a tanta oposición y a tanto argumento pesimista.
El tiempo paso y hoy les presento el video de una canción, que Gastón grabo con unos músicos amigos perteneciente a su disco “Aguafuertes montevideanas”.
Disco aclamado tanto por el publico y la critica. Se ha dicho de esta obra: “Aguafuertes montevideanas” tiene varias virtudes:" la estatura poética, el desarrollo musical de los temas allí donde habitualmente casi todos los creadores los dan por concluidos. Walter Bordoni y Gastón Rodríguez ha producido uno de los discos más importantes de la música popular uruguaya de los últimos 15 años."
No es casualidad que la canción que les presento se titule: Canción de lo imposible.